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Santa Teresita

Caputo sabía, Milei culpa a los otros, una coartada muy usada; y todos gastan a Macri

El gobierno, que ya cuenta con la ley Bases, no ha traído tranquilidad a los mercados.

Karina Milei tiene mucho poder y es la responsable de ampliar las bases libertarias.

A la sobreactuada indignación del ministro de Economía siguió, por dos días consecutivos, la sonora acusación presidencial al Banco Macro y al ex candidato peronista, Sergio Massa. Luis Caputo dijo lo obvio porque es lo que él o cualquier otro financista hubiera hecho si estaba al otro lado del mostrador, no como ahora. Que para liquidar ese volumen de bonos deberían haber “avisado” antes al Banco Central. La pregunta es ¿en serio Caputo no sabía que esto iba a ocurrir? ¿O qué podía ocurrir? Es raro.

Concediéndole derecho a la duda: ¿no previó una operación de ese tipo con todos los indicios sobre la mesa?

La “sorpresa” de Caputo hay que rastrearla antes, cuando participó de la conferencia de prensa para anunciar ese cambio, que más que tranquilizar, encendió la aún siempre activa mecha del temor en los mercados.

Hay aquí una reincidente contradicción entre lo que se dice y lo que se hace. Néstor Kirchner le explicaba a quienes querían descifrar el rumbo de su gobierno: no se lleven por lo que digo sino por lo que hago. El primero que lo interpretó en parte, pero a las mil maravillas fue Lázaro Báez, aunque esa es otra historia de la que, como tantas, aún no conocemos el final.

¿No era que el mercado ordenaba todo y que cada uno era libre de hacer lo que quisiere? El movimiento totalmente legal del Banco Macro, como lo reconoció Caputo cuando salió a tratar de apagar el incendio que había encendido Milei en la Bolsa de Comercio, obligó al gobierno a rascar la olla para pagar la obligación. Milei sacó pecho y proclamó que habían resistido el cimbronazo pero inmediatamente encontró, junto a Guillermo Francos, una razón política: un solo banco –el cuarto en porte de los privados– había ejecutado los ahora famosos “puts” y es precisamente un banco con una conocida muy buena relación con Massa.

Milei y Francos gritaron ¡bingo! y presentaron estos datos como prueba irrefutable de conspiración. El presidente, víctima de su incontinencia verbal, los acusó de golpistas. Pareció una copia de otras argumentaciones que ya se dijeron en gestiones anteriores, incluyendo las de Cristina y la de Fernández. Otro interrogante sin respuesta es lo que hubiera pasado si algún otro banco privado de peso imitaba al banco de Brito.

Otra pregunta incómoda: Milei siempre dice que la búsqueda legal de ganancias forma parte del corazón del capitalismo. Entonces ¿cuál fue el problema?

La respuesta hay que buscarla en otro lado, en que el gobierno, que ya cuenta con la ley Bases, el Pacto de Mayo, y el ministro llamado a quitar la hojarasca de las regulaciones que emboscan peajes y corrupción, no ha traído la tranquilidad esperada al mercado. La atención está fija en el precio del dólar y la brecha entre el oficial y el del mercado negro, al que en la Argentina le decimos blue para que suene más elegante o menos patético.

Esa tensión entre el valor del dólar, la inflación y la política, se va a mantener durante mucho tiempo.

La hiperactividad de Milei, creando hechos resonantes uno tras otro, no basta para que el telón de fondo de incertidumbre se disipe o la confianza se recupere.

La baja indiscutible de la inflación es un activo que nadie le puede discutir, así como tampoco se debe desconocer que la crudeza del método utilizado, por la gravedad del paciente, está teniendo consecuencias.

Milei se asienta en una ilusión ganadora y trabaja para que ésta no se marchite. Es su capital. Se subirá en un tanque de guerra y actuará como un rockstar para mantener el entusiasmo de la porción de la sociedad que sigue todavía esperando los frutos prometidos. Simultáneamente, necesita un aparato político que lo sostenga, aun en estos tiempos en los que todo lo anterior está siendo puesto en duda. La transformación de ese liderazgo requiere desesperadamente de lo que él dice combatir, la política.

Por eso, el ninguneo a Macri en Tucumán forma parte de la construcción de ese liderazgo. Santiago Caputo, el publicista que “la ve”, fue el responsable de aconsejar de que el ex presidente no tuviera un trato preferencial y lo dejaran tomando frío junto al jefe de Gabinete de ministros, mientras los gobernadores y Karina Milei rubricaban el Pacto de Mayo.

La secretaria general de la Presidencia tiene mucho poder y fue todo un mensaje que estuviera en el podio del 9 de Julio. Es la responsable de ampliar las bases libertarias. Pero el jefe de Gabinete es una figura constitucional, a quien también, como a Macri, le mandaron un mensaje aun sin quererlo desde una torpeza protocolar, que por innecesaria o tóxica o hija de la soberbia, huele a tosquedad política.

Macri había pedido, para asistir, firmar como ex Presidente ese Pacto. Le concedieron que lo hiciera en el libro de visitas de la Casa Histórica de Tucumán, como cualquier hijo de vecino que va a ese sitio histórico. Y, si es que las hubo, gracias por los servicios prestados.

Volviendo al comienzo, el “Messi de las finanzas”, como Macri llamó alguna vez al Toto Caputo, salió a precisar una nueva política después del fuerte traspié y anticipándose a la apertura de los mercados. Milei se ufanó de las nuevas medidas que regirán desde mañana.

“Cero pánico”, se envalentonó Milei. ¿Cero?

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