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El dilema de Milei después del pacto: componedor o el guerrero conocido

El presidente se equivoca si cree que tiene asegurado a futuro el apoyo de los 18 gobernadores.

En Tucumán desarrolló, en general, un mensaje conciliador.

Javier Milei logró plantar luego de siete meses de su asunción el mojón político que estuvo persiguiendo. Importante. Aunque desmenuzándolo, tal vez, resulte más simbólico que real. Aquel mojón no tendría que ver, exclusivamente, con la firma del Pacto de Mayo en Tucumán. También con el despliegue militar en la celebración del Día de la Independencia, seguido por miles de personas en las calles. Se añadió la audacia del Presidente y la vicepresidenta, Victoria Villarruel, de montarse en un tanque de guerra a modo de coronación del festejo. Postales de otra época. Al menos, pertenecientes al siglo pasado.

Milei logró convocar a 18 gobernadores como demostración, sobre todo a los mercados que lo tienen preocupado, de que es capaz de amalgamar una masa crítica para llevar adelante las transformaciones que se propone con la Ley Bases y el paquete fiscal. Ninguno de los mandatarios provinciales responde a La Libertad Avanza. Decidieron no darle la espalda por dos razones: para no quedar como apostadores ocultos de un presunto fracaso oficial; porque en la mayoría de los casos recibieron la promesa que recibirán fondos para completar las obras públicas paralizadas, a las cuales les restaría apenas un 20% de su ejecución.

Ninguno de los gobernadores se atrevió tampoco a objetar un solo punto del decálogo que propuso Milei para el Pacto. Bastó para tranquilizar las aguas con la inclusión en el ítem cuatro de una mención a la educación, omitida en la versión original. Esa necesidad surgió después de la multitudinaria protesta universitaria de abril en defensa de la educación pública. No existirían razones para cuestionar el postulado de “una educación inicial, primaria y secundaria útil y moderna, con alfabetización plena y sin abandono escolar”.

Nada tuvo que ver en la decisión el desarrollo de los pliegos de Ariel Lijo y Manuel Garcia Mansilla que deben atravesar el filtro del Senado para convertirse en los jueces que también pretende el líder libertario en el Máximo Tribunal. Imperó en aquellos cuatro magistrados el mismo criterio: observaron un sentido político antes que institucional en la convocatoria oficialista. No hubiera sido lo mismo la foto de ellos en Tucumán que la que habitualmente se puede observar en la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso.

Algo similar sucedió con la Iglesia Católica. Cuarenta y ocho horas antes del Pacto de Mayo el titular de la Conferencia Episcopal, monseñor Oscar Ojea, recibió una invitación proveniente de la Casa Rosada. Era tarde. Su agenda estaba completa. Llamó la atención, al mismo tiempo, que el Tedeum del 9 de Julio oficiado por el Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Garcia Cuerva, haya resultado casi omitido por la cadena nacional.

Garcia Cuerva, un sacerdote de extrema cercanía a Francisco, lamentó que “hay dirigentes que no tienen el termómetro social de saber lo que viven los argentinos de pie”. Apuntó, por otro lado, que “algo no está bien cuando hay dirigentes muy ricos y un pueblo trabajador muy pobre”. Pareció enviarle también un mensaje al kirchnerismo que, en sus diferentes segmentos, estuvo ausente en Tucumán. “Hicimos cosas mal en el pasado del que todavía nadie se hace cargo aunque el resultado es que 6 de cada 10 chicos en la Argentina son pobres”.

La fisonomía del Pacto de Mayo quedó entonces delimitada exclusivamente por la política. Cuyos límites suelen tener la elasticidad que aconseja cada circunstancia. Dieciocho gobernadores alineados para un partido, La Libertad Avanza, que no posee ninguno estaría muy bien. El Presidente se equivocaría, sin embargo, si considera haber conseguido de todos aquellos un acompañamiento irrenunciable en el futuro.

Quizás una buena parte de tal posibilidad radique en la capacidad que exhiba Milei para construir confianza. El mandatario desarrolló en Tucumán, en general, un mensaje conciliador. Contradictorio con su habitual ejercicio de comunicar con extrema virulencia a través de las redes. ¿Cuál es la persona que se terminará imponiendo?. ¿Podrá “la casta” que le tendió una mano con el Pacto convivir con ambas sin que estallen los conflictos?.

Milei, como casi siempre, navegó un mar de paradojas. Acusó a aquellos que se aferran a “anteojeras ideológicas” y no reconocen la raíz del fracaso argentino. Lo dijo el mismo dirigente que acaba de colocar en situación de crisis política al MERCOSUR. Su inasistencia a la cumbre de Asunción fue criticada por sus colegas. La voz cantante correspondió al presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou. Vecino de las ideas liberales.

Milei no estuvo por su pelea personal con Lula da Silva, el líder del PT y mandatario de Brasil. Entre muchas cosas, lo responsabiliza de ser comunista. Anacronismo o humor. ¿Cómo congeniar esas irrupciones con la invocación del último punto del Pacto de Mayo “a la apertura del comercio internacional de manera que la Argentina vuelva a ser un protagonista global”?.

¿Cómo entender otra perlita de su alocución en Tucumán cuando aseguró que lo único que tiene que hacer la política es discutir ideas y no impugnar al adversario por razones personales, perseguirlo por pensar distinto ni vivir una inquisición permanente?. Casi asombroso.

En definitiva, se trataría de la consolidación de la confianza. Esa virtud a la que suele aludir el Fondo Monetario Internacional (FMI) cuando reclama sustentabilidad para el programa económico que se lleva adelante. Tal vez, aquello que está escaseando en momento de intranquilidad de los mercados. El último lunes pasó de largo por la cercanía del feriado por la Independencia. Pero el dólar blue escaló 20 pesos, el riesgo país llegó de nuevo a 1500 puntos y el Banco Central siguió imposibilitado de acumular reservas.

Cuando se terminen de esfumar las pompas de Tucumán aflorará otra vez la dificilísima realidad de la Argentina. Milei tendrá a disposición las leyes que pidió. También el decálogo que firmaron 18 gobernadores. No será suficiente a partir de entonces su juramento escuchado en Tucumán sobre que los argentinos podrán vivir sin inflación desde ahora y para siempre.

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