Fue una estrategia pensada para “espiar” los aumentos de otras empresas apenas los comunicaran.
Desde hoy comienza una nueva etapa en el sector tras un primer semestre traumático con el Gobierno.
“El viejo truco de los falsos afiliados que se asocian a diferentes prepagas para espiar cuánto aumentarán las cuotas con los precios liberados”, diría con el recordado doblaje chillón el entrañable Maxwell Smart, en la antesala de una trama de topos disfrazados de pacientes en tiempos de la Argentina libertaria.
Como en la serie del temible operario del recontraespionaje, aquí el truco tampoco es “viejo”, como solía inventar el protagonista, sino más bien bizarro o increíble. Pero lejos de ser ficción, en este caso se trata de una iniciativa real que desde el sector admitieron a Clarín haber motorizado para conseguir información valiosa de la competencia y, en base a esos datos, tomar decisiones.
Hablamos de un mercado en el que sus protagonistas no están habituados a la libertad, dado que durante la administración kirchnerista cada suba de precios debía tener la venia oficial para poder ser aplicada. Un tiempo que terminó con subsidios y beneficios estatales a cambio de cuotas electoralmente pisadas.
A fines de mayo, desde el sector ya sabían que la libertad les daría una segunda oportunidad a partir de este lunes 1° de julio, situación que ahora rige y continuará al menos hasta nuevo aviso. En el tiempo transcurrido desde la tregua judicial del 27 de mayo hasta aquí, las prepagas comenzaron a planear sus estrategias de cara al nuevo horizonte que se acercaba.
Del diálogo con diferentes actores del sistema, la conclusión provisoria es que parece haber habido una lección aprendida: aunque no dejan de hacer flamear la bandera de la ostensible crisis de financiamiento del sector, como consecuencia de la progresión desequilibrada entre ingresos y costos, ahora saben -también- que ese reclamo no puede ser absorbido sin anestesia por la clientela.
Se abrió entonces una nueva etapa en la que los empresarios empezaron a buscar maneras de sobrevivir en la selva de las cuotas liberadas. En ese contexto, un dato clave para cada una de las prepagas era saber cuánto aumentarían los precios las demás, o al menos las competidoras directas.
En general, se aplicaron planes de acción más bien ortodoxos, propios de la búsqueda de un mejor posicionamiento en el mercado, de la mano de una mayor eficiencia en pos de la productividad. Pero a la vez hubo iniciativas menos tradicionales, al punto de intentar “infiltrar” empleados propios como afiliados ajenos a fin de obtener información de primera mano sobre los aumentos de cada empresa a medida que fueran llegando los anuncios por carta.
Consistió en una especie de variación del “mistery shopper”, la técnica que utilizan algunas empresas de servicios para evaluar el trato y la atención sin que sus empleados sepan si el cliente es real o está de incógnito. La diferencia, en este caso, es que el polizón no se echa a nadar en la pileta propia, sino en la del vecino para tratar de conseguir una ventaja.
En busca del precio justo
La respuesta al motivo de que algunas prepagas hayan aumentado en julio la mitad que otras, en este primer capítulo de cuotas sin techo aparente, hay que buscarla, en parte, en cuán agresiva decide ser la política de cada compañía a fin de ganar nuevos afiliados y no perder a los ya consolidados.
Ese riesgo de pérdida tiene estrecha relación con la proporción de afiliados cautivos -adultos mayores y personas con enfermedades preexistentes- que tenga una prepaga. Cuanto más sana y joven sea una clientela, por un lado demandará menos prestaciones -lo que redundará en costos más bajos-, pero al mismo tiempo ese perfil implica un mayor riesgo de éxodo de asociados golondrina, aquellos sin el ancla que supone una condición de edad o de salud como traba para la aceptación en otra cobertura.
Por lo tanto, en esos casos -sobre todo- la sintonía fina al momento de fijar aumentos de cuotas se vuelve vital. Y rumbo al objetivo de recomponer márgenes positivos en el marco de costos crecientes se yergue una apuesta bastante más delicada: ya no de resultado inmediato, sino con la mira puesta en el mediano y largo plazo.
A partir de ahora, el sistema de la medicina prepaga empieza una segunda etapa -en coincidencia con la fase 2 del plan económico anunciada el último viernes- tras el traumático parto que significó para esta industria el primer semestre de Gobierno.
Por delante queda una devolución de dinero a los afiliados casi testimonial, menos compromiso de aportes al Fondo Solidario de Redistribución y, al igual que las cuotas, copagos sin regulación: algunos puntos favorables que el oficialismo ha decidido tolerar y que, para lo que fue su reacción desde el 17 de abril contra las empresas, 75 días después no parece un saldo despreciable.
PS