Ya no hay temor al embarazo y el “nido vacío” permite disfrutar de una intimidad mayor.
La sexualidad anciana se centra en el erotismo y abre un área más amplia.
¿Cómo sobreponernos al perjuicio del viejismo y autorizaros más?
Viuda alegre o viejo verde. La posición de nuestra sociedad respecto de la sexualidad de los ancianos y las ancianas es prejuiciosa. Cuando mostramos predisposición y deseo se nos descalifica, dando por cierto que pasada cierta edad se deja de ser hombre o mujer completa accediendo a una categoría de ser asexuado. La persona mayor que experimenta la necesidad de vivir su sexualidad siente que no es normal, que ya ha pasado su tiempo, suelen también negarse la masturbación como algo impropio de su edad.
Una evidencia del prejuicio global es que son contadísimas las películas internacionales que muestran escenas de sexo entre personas mayores.
La actividad sexual en la vejez disminuye no por motivos de edad, ya que el deseo sexual nos acompaña hasta el último momento de nuestras vidas, sino, principalmente, por el abandono que los seres humanos hacemos del cuerpo cuando llegamos a la edad adulta. Alrededor de los cuarenta años, como promedio, decidimos, obedientes a una pauta cultural que se nos impone desde lo inconciente, que el cuerpo “es cosa de jóvenes”.
La ciencia, además de prolongar los años de vida, también ha logrado prolongar la edad en que podemos lograr la erección en un acto sexual. Pero lo cierto es que un coito satisfactorio depende menos del viagra o del sildenafil que de mantener un buen estado físico gracias a la gimnasia diaria, a la buena alimentación y a los hábitos saludables.
Además tener una relación sexual artificialmente inducida representa un esfuerzo que requiere respuesta cardíaca y respiratoria, riesgoso en caso de precarias condiciones físicas. Los colapsos por este motivo son considerablemente más numerosos que los conocidos.
Está ya claro que el “viejismo” da por sentado que las personas mayores pierden deseo y actividad sexual. Por el contrario muchas parejas ancianas encontramos mayor satisfacción en nuestra vida sexual que cuando éramos más jóvenes. Menos distracciones, más tiempo y privacidad, ya no hay temor al embarazo y el “nido vacío” permite disfrutar de una intimidad mayor con la pareja.
La sexualidad anciana se centra en el erotismo, abre un área más amplia que va más allá de la penetración como imposición de desempeño, e incluye el deseo, la masturbación, la ternura, la caricia, los juguetes, la lentitud, la espera y una amplia variedad de formas posibles de lograr placer. El erotismo y la consideración de la sexualidad en un sentido amplio descalifican por completo su imposibilidad durante la vejez y las limitaciones impuestas exclusivamente por la edad.
Las personas viejas solemos manifestar rechazo hacia nuestros cuerpos ya no jóvenes. Los vemos como extraños, ajenos, invadidos por canas, arrugas, várices, deformados por panza, flaccidez y aumento de peso. El “viejismo” obedientemente incorporado y actuado por los propios ancianos y ancianas
Eso sucede porque la comparación es con cuerpos jóvenes, dotados de la belleza ensalzada por la sociedad en que vivimos. Pero lo real es que la belleza de los cuerpos ancianos debe ser juzgada en relación a sus pares. Sin duda hay una belleza corporal adecuada a cada época etaria.
Pero como hemos dicho el prejuicio supone que los viejos no tenemos cuerpos sino ruinas de lo que fuimos años antes. En mi Instagram publiqué alguna foto mía entrenando sin remera. No faltó el comentario de alguien que postuló airadamente que los viejos no debían mostrar su cuerpo. Si los jóvenes pueden, ¿por qué no las personas mayores?
Pero es de reconocer que el envejecimiento normal puede traer cambios tanto en los hombres como en las mujeres que a veces afectan la capacidad de tener y disfrutar de las relaciones sexuales.
Dichas dificultades suelen tener solución, por ejemplo un lubricante evitará el dolor producido, en algunas ancianas, por la sequedad vaginal.
En cuanto a los hombres mayores suele suceder que tarden más en lograr una erección, o que ésta no sea tan firme como solía ser, también la caída de la erección después del orgasmo puede ocurrir más rápidamente, o puede tomar más tiempo antes de que otra sea posible.
Se impone que las parejas mayores tengan una buena capacidad de diálogo que les permita procesar adecuadamente las vicisitudes de su actividad sexual. La consulta médica siempre será oportuna.
La conclusión es que las personas mayores debemos sobreponernos al prejuicio y autorizarnos a tener el satisfactorio sexo adecuado a nuestra edad.
“No sigamos trampeando –nos exhorta Simone de Beauvoir-: en el futuro que nos aguarda está en juego el sentido de nuestra vida; no sabemos quiénes somos si ignoramos lo que seremos”.
*Pacho O’Donnell tiene 82 años. Es escritor, historiador, dramaturgo y médico psicoanalista. En “La nueva vejez”, su último libro, explica por qué esa puede ser “la mejor etapa de la vida”. En su Instagram lo encontrás en @pachoodonnell
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