Karen Aquino es la docente del nene en la escuela inicial de 9 de Julio.
Expresa la angustia y el dolor que vive todo el pueblo a dos semanas de la desaparición.
“Los padres tienen miedo”, admite el vice intendente.
El pueblo de 9 de Julio guarda silencio y tiene una herida que sangra, y que no cree que pueda cerrarse. Todos, en mayor o menor medida, conocían a Loan Danilo Peña (5), el pequeño que lleva dos semanas desaparecido tras un almuerzo en el campo de la casa de su abuela Catalina. La angustia, la decepción y la bronca pueden resumir (aunque no del todo) lo que viven estos vecinos desde el 13 de junio.
Las lágrimas de Karen Aquino son inevitables. Apenas dice “soy su seño de jardín desde la sala de cuatro y ahora en la sala de cinco”, se quiebra. Luego, expresa: “Tengo un dolor inmenso, una tristeza, pero la esperanza de que vuelva, de que pronto va a estar con nosotros en el jardín y que va a terminar su salita de cinco para comenzar la primaria”.
La maestra de la escuela de nivel inicial de 9 de Julio, esa que tiene 400 alumnos, es una de las caras visibles de las marchas que se realizan noche a noche en las calles. Nunca dejó de exigir la aparición de Loan, ni de pedir que los implicados en el caso confiesen lo sucedido.
Confiesa a Clarín que uno de sus mayores miedos es que esto vuelva a ocurrirle a otro de los chicos de la escuela. Por eso, explica que reforzaron mucho la seguridad en ese lugar, que las puertas antes estaban abiertas y ahora ya no pueden ni confiarse en sacarlos al patio. La preocupación se extendió a la comunidad educativa, porque las familias están muy atravesadas por el caso Loan.
“Seguimos dando clase. Los primeros días había muchas preguntas entre sus compañeros; lo trabajamos, conversamos sobre el tema, estamos recibiendo apoyo. Entonces se nos hizo un poco más fácil el poder explicar a los compañeritos, porque ellos también traían información de la casa, escuchan los noticieros, las conversaciones de la familia, pero ahora ya están como un poco más tranquilos sobre el tema, lo que sí un poco es temeroso, porque a cualquiera le puede pasar”, comenta Karen.
Tanto ella como otros habitantes de 9 de Julio que son entrevistados por este diario viven un dolor doble. No solo es la falta de Loan, sino que también es la sorpresa de saber que los implicados son personas que muchos de ellos conocían, respetaban y concebían como “protectores” del pueblo.
“Desde el principio se manejaron mal las cosas. Porque un nene no se les puede perder. Se les puede perder diez minutos, quince. El nene no puede caminar tanto. Encima el pueblo enseguida se movilizó. Estuvieron toda la noche buscando. Pero no puedo culpar a nadie porque la Justicia tiene que determinar eso. Yo puedo sacar mis propias conclusiones. Pero al nene se lo llevaron”, dice Oscar Ibarra, un empleado municipal que trabaja en la plaza.
Recuerda rápidamente a María Victoria Caillava, con quien se cruzaba a veces por el pueblo: “Ella trabajaba en el municipio, yo trabajaba en el municipio. Nos cruzábamos, nos saludábamos. Con el marido (Pérez) no mucho, porque a él no se lo veía tanto por el pueblo. Uno no se espera quiénes fueron”.
Apunta, también, al rol del ex comisario Walter Maciel. Comenta que el hombre, apenas llegó a 9 de Julio, recibió asilo por varias semanas en la iglesia del párroco Cristian González.
“(Maciel) no tenía dónde ir y él (González) le dio asilo en la casa parroquial. Últimamente al párroco no se lo está viendo, porque la comunidad de la iglesia se peleó con el cura”, comenta Ibarra. Así lo aclaran otros vecinos consultados: el párroco no está dando misa desde, por lo menos, el 20 de junio.
Algunos lo justifican señalando que se está haciendo cargo de la parroquia de Chaverría, una localidad cercana; otros dudan si su desaparición tiene que ver con su vínculo con el detenido Maciel.
Ibarra agrega: “Yo estuve en la inauguración de la comisaría, hace poco. El ministro Buenaventura Duarte dijo ‘Cuiden a los chicos, porque al pueblo llegó la droga’. A los dos meses, pasó lo de Loan”.
En un barrio de 9 de Julio que está en plena construcción, Clarín encuentra la casa de Luis Alberto González, el vice intendente. “Hoy vos andás por acá y la gente está atemorizada, el que tiene hijos está atemorizado. Había una canchita de fútbol, hoy no hay nada. Muchos chicos no están concurriendo a la escuela primaria porque tienen miedo, los padres tienen miedo”, introduce.
Consultado por la gestión de Maciel durante sus meses como comisario de 9 de Julio, González fue tajante: cuando él llegó, cambió todo, para mal. Apareció con una idea de imponer un orden que no fue más que un desastre.
“Se generó un descontento con Maciel, tanto que había señoras que iban a llevar a sus hijos a una escuelita que está a 5 kilómetros e iban en moto, pero esas motos no eran robadas, lo que pasaba era que a veces no estaba en trámite la documentación de la patente y él no les daba la oportunidad a que esas señoras iniciaran el trámite de patente, ¿sabés lo que hacía? Mandaba el personal, les secuestraba las motos y esas señoras tenían que caminar 5 kilómetros”, describe el vice intendente.
Y se refiere a las denuncias internas que 16 subordinados hicieron contra él: “Si tu propio personal te está haciendo eso es porque creaste un malestar, él creó un malestar. Y el caso Loan revienta esa ira que venía acumulada. Él además entorpeció la investigación y lo dice la Justicia, no yo. Hace un tiempo quiso poner las reglas de juego como a él le parecía, y cuando tuvo que jugarse por un caso muy delicado, no lo hizo”.
―Además… Maciel vino con antecedentes.
―Sí. Él vino aparentemente con una carpeta intachable. Nosotros en ese caso somos muy respetuosos, tanto el intendente como lo que me toca a mí. Yo soy presidente del Concejo Deliberante, integrado por un cuerpo de tres concejales. Y nosotros siempre recibimos cuando hay cambio de jefe, pero lógicamente no averiguamos el prontuario que pueda tener. Yo con él tuve tres o cuatro conversaciones, él como comisario, yo como vice, y después tuvimos una pequeña ruptura, porque yo sentí y siento que en ese momento tenía que defender a los 16 policías que estaban pasando una circunstancia difícil dentro de su trabajo (NdR: la denuncia por malos tratos que hicieron contra Maciel).
González hace foco en el dolor que atraviesa la familia de Loan. Mantiene esperanzas de que se lo encuentre y que se esclarezca todo ahora que el fuero federal aceptó su competencia en el caso.
Sobre Caillava, ex funcionaria municipal y una de las imputadas, expresa: “La conocemos, trabaja en un colegio secundario, es celadora, por ende tiene trato con chicos de 13 años en adelante. Es una señora que todos los días llevaba a su nieta a la escuela. Eso es lo que me sorprende a mí y seguramente todos estén sorprendidos. La decisión de que ocupe la dirección de Producción fue aceptada por todos los socios (NdR: se refiere a los integrantes de Sumemos, la alianza que ganó las elecciones comunales), no fue algo que solo decidió el intendente”.
La cercanía entre las casas de los imputados
La casa del matrimonio de Victoria Caillava y Carlos Pérez es la primera de un recorrido que hace Clarín. Las cuatro casas de los implicados en el caso Loan están a una distancia de alrededor de 300 metros una de la otra.
Como contó previamente este diario, Caillava llegó a ocupar una banca en el Concejo Deliberante y estuvo dos años como interventora de la comuna, tras la destitución del alcalde. Hasta que fue detenida era directora de Producción del municipio.
“Son muy ambiciosos. Ella (Victoria) está con un intendente, otro año se va con el otro, se va dando la vuelta. Está con un político y si ve que no va a llegar al municipio, se va con el otro. Él (Pérez) es un tipo de mal carácter. Ella cuando se juntó con este hombre cambió un montón”, cuenta un vecino que prefiere reservar su identidad por miedo a amenazas.
Luego de dejar el asilo del párroco, Maciel se trasladó a una casa que está a cerca de 300 metros de la casa de Caillava y Pérez.
En un radar muy pequeño se concentran las otras dos casas de los imputados: la de Mónica Millapi – Daniel “Fierrito” Ramírez, y la de Laudelina Peña – Antonio Benítez. También solo unos 300 metros separan a una de la otra.