Los números que entusiasman al Presidente, pese a la recesión y a la salida permanente de funcionarios.
Quién es el personaje que mantiene en vilo al Gabinete y por qué tiene tanto poder.
Las dudas del establishment, las diferencias con Villarruel y el desconcierto de la oposición.
Cuando a media mañana del miércoles Julio Garro viajaba en un auto oficial desde su oficina de Núñez hasta un estudio de televisión en la Chacarita, sus asesores le enviaron un mensaje para anticipar que no iba a tener un buen día. “Te están matando los troles”, le dijeron. Había declarado en radio que los jugadores de la Selección tenían que pedir disculpas por las estrofas racistas que cantaron durante la celebración de la Copa América en un vivo de Instagram de Enzo Fernández. Al subsecretario de Deportes le pareció una tontería que lo atacaran por eso y decidió no prestar atención a sus colaboradores, pero cuando terminó la segunda entrevista y volvió a encender su celular ya era tendencia en X. En el trayecto de regreso a su despacho le preguntó a Daniel Scioli qué estaba pasando. El secretario de Turismo, Ambiente y Deporte le aconsejó: “Meté un tuit rápido para desmentir todo, así lo frenamos”. Garro obedeció.
En vano. Los militantes libertarios lo usaron en su contra. “Lo dijiste al aire, bro”, se burló el Gordo Dan. El texto publicado en la red social de Elon Musk disparó comentarios socarrones entre los miembros del Gabinete mileísta, que seguían el affaire -igual que los periodistas- como un acontecimiento que podría desatar una nueva tormenta interna. No era una hipérbole. El Gordo Dan había anticipado una semana atrás la salida de Fernando Vilella de la secretaría de Bioeconomía, cuando Vilella aún estaba de gira por Asia tratando de abrir mercados en nombre del Gobierno. ¿Por qué no podría acertar ahora?
El Gordo Dan es Daniel Parisini. Algunos de sus viejos conocidos prefieren llamarlo “Gordo monstruo”. Médico pediatra, ex empleado del Hospital Garrahan, ex rugbier, visitante VIP de los búnkeres de campaña y con lazos de amistad con Karina Milei y Santiago Caputo, Parisini es hoy, quizás, el usuario de redes más popular de La Libertad Avanza. Uno de sus amigos lo describe así: “Está mimetizado con Milei hace muchos años. Es el primer mileísta después de Karina. Es agresivo, pero todos lo queremos. Sabe de memoria los discursos de Javier y adivina lo que piensa el Presidente. Luego, escribe en las redes y, si Milei lo avala, lo retuitea. Así de simple funciona, no es tan sofisticado el sistema”.
Lo cierto es que el miércoles, una vez más, Parisini terminó de asegurar su último objetivo cuando replicó en su cuenta a otro militante que exigía la salida de Garro. Decenas de cuentas, muchas anónimas, se sumaron con la velocidad de un rayo. Los posteos de muchos de ellos suelen ser impiadosos, no distinguen entre lo profesional y lo personal y pueden hurgar en la vida íntima de las personas. La sorpresa, o no tanto, llegó más tarde del reclamo militante: Milei apoyó el pedido para que se fuera Garro. La feligresía entró entonces en estado de éxtasis. La tarea estaba hecha. Perfectamente hecha.
Garro volvió a hablar con Scioli y le ofreció dejar la subsecretaría de Deportes. “Dame un rato”, le dijo Scioli. El ex motonauta llamó a Guillermo Francos para contarle. El jefe de Gabinete también pidió un tiempo para dar una respuesta definitiva. Francos se contactó con el Presidente: “Echalo”, le dijo Milei.
El Gordo Dan reapareció esa noche, ya de cuerpo y alma y no detrás de una pantalla, en La Misa, un programa que se transmite por Youtube. Sus compañeros lo ovacionaron. “Acá ando, echando gente”, se jactó.
Los dirigentes más cercanos al primer mandatario ven estos hechos con total normalidad. Los políticos de la vieja guardia -algunos en el Gobierno, como Francos o Scioli-, los opositores y ciertos sectores del Círculo Rojo lucen azorados. “Somos raros, sí”, asumen en la cima de la Casa Rosada.
La salida de Garro no fue la única en la semana. El empresario textil Teddy Karagozian fue removido del Consejo de Asesores después de afirmar que el dólar se encuentra atrasado. Duró menos de una semana en su puesto. La semana anterior, Milei había echado del mismo Consejo a Fausto Spotorno.
Los libertarios ejecutan a sangre fría y nunca sueltan a la presa. En X, el Presidente aludió a Karagozian y a Sportono como “traidores”. A Sportono lo acusó de querer “afanarse información confidencial” para beneficio propio. No son acusaciones livianas. Tampoco las que recaen sobre el Banco Macro de Jorge Brito y su vínculo con Sergio Massa. En el oficialismo hablan de una relación indisoluble para desgastar al Gobierno y operar en los mercados. Se dicen cosas peores, como si ya aquellas no fueran suficientes, pero por ahora en bambalinas.
En las redes arremetieron contra todos ellos. No hay nunca un tiempo de relax en ese universo, que opera las 24 horas. En los pasillos de la Casa Rosada hay quienes se muestran temerosos. “Tenemos funcionarios que miran más X que el tablero de la gestión”, exagera un integrante del Gabinete. ¿Exagera?
Así fue como muchos se enteraron del nuevo duelo entre Victoria Villarruel y los hermanos Milei. La vicepresidente defendió en X a los jugadores de la Selección por sus cánticos después de la final, que aludían a los jugadores de Francia. Apenas unas horas más tarde, Karina se reunió de urgencia con el embajador francés, Romain Nadal para evitar -dijeron cerca de la secretaria general de la presidencia- un conflicto diplomático. Esta vez, se supone, ni buscado.
“Kari lo arregló”, dijo Milei, y agregó que el tuit de su compañera de binomio ”no fue feliz”. Villarruel volvió a molestarse, pero no dijo una sola palabra. La relación entre ellos está más que afectada. El círculo presidencial es cada vez más chico.
Las críticas a la lentitud de algunas áreas del Gobierno son recurrentes. Mauricio Macri viene machacando sobre eso casi desde el primer minuto. El miércoles, Milei tuvo un buen gesto con el ex presidente, al que habían desairado en la transmisión de la firma del Acta de Mayo. Lo contactó para preguntarle a quién le sugería como reemplazante de Garro. Macri propuso a Diógenes de Urquiza. Milei lo designó al rato.
Pese a los cambios recurrentes en su equipo, y a la tensión que emana de cada cimbronazo, el jefe de Estado tuvo sus momentos de celebración en los últimos días. La inesperada cifra que reveló el Indec sobre el crecimiento de la economía en mayo (1,3%con relación a abril y 2,3% respecto al mismo mes del año pasado) le dio algo de aire al Gobierno en medio de la recesión y de la caída del empleo.
Milei festejó también un nuevo mes de superávit fiscal y financiero y sus confidentes palpitan que la inflación retomará este mes la tendencia a la baja. Existe una pelea notable por el relato. Los mileístas aseguran que lo peor ya pasó. Pero la realidad arroja números durísimos: la construcción cayó 22,1% en la comparación interanual con mayo, la industria manufacturera mermó un 14,2% y el comercio mayorista y minorista un 4,6%. El FMI retocó, para mal, sus proyecciones: en abril había pronosticado una caída del PBI del 2,8; hoy habla de que será del 3,5% y alerta sobre efectos colaterales que podrían afectar el clima social y la estabilización de la economía.
El Gobierno vivió una nueva semana de incertidumbre en los mercados. Los dólares financieros bajaron con relación a la última semana -cuando se anunciaron medidas, de apuro-, pero acaso no todo lo que hubieran imaginado el Ministerio de Economía y el propio Milei. El riesgo país se mantiene alto, en 1590, y las reservas cerraron en 27.566 millones de dólares, el nivel más bajo desde marzo. Luis Caputo, el timonel de Hacienda, y Santiago Bausili, el jefe del Banco Central, sostienen que todo marcha según lo previsto o, incluso, mejor.
Ahora, el gobierno habla del peso como moneda fuerte. En campaña, MIlei había hablado de que el peso era sinónimo de excremento. Prometió que la gente se iba a deshacer pronto de ellos. Siete meses después de su asunción, el Presidente hace un giro radical.
El sueño dulce de la dolarización, aquel fenómeno de campaña que anunciaba que los argentinos iban a ir al supermercado a pagar el azúcar o la leche con billetes verdes, puede esperar.