El Gobierno tiene ahora las herramientas financieras para fjar su hoja de ruta.
La ex presidenta puede sufrir novedades judiciales nada gratas en agosto.
La casta, la que, según Milei, se puso en contra del cambio y mejor no repetir a su criterio por qué clase de políticos está integrada, le acaba de dar al Presidente las dos primeras –fundamentales y en origen y aún al final amplísimas– leyes de su gestión. Y las obtuvo utilizando los métodos de la “casta”, que son los de la política desde siempre.
Guillermo Francos, sus escuderos, y Santiago Caputo, obtuvieron más para Javier Milei que el destrato permanente que le propina el Presidente a los legisladores o la prejuiciosa mirada, no exenta de ignorancia, que les ha dedicado el ministro de Economía. Ahora tiene el Gobierno herramientas financieras para avanzar y definir lo que muchos le reclaman: una hoja de ruta clara, justo cuando el tipo de cambio sigue en primer plano y la devaluación de Brasil agrega presión a lo que ya viene advirtiendo el FMI sobre el atraso del dólar respecto de la inflación. Milei ganó esta ardua batalla legislativa pese a su escueta bancada en una y otra Cámara, pero ahora tendrá que demostrar que es lo que hará. Es decir, tiene las herramientas, asegura que cuenta con los planos y se sigue esperando ver cómo construye.
La sanción de la Ley Bases y el paquete fiscal, que costó siete meses conseguir, ha traído alivio a una administración que antes del desempate dramático de Victoria Villarruel en el Senado estaba en serios problemas políticos. Esos problemas fueron los que hicieron volar al ex jefe de Gabinete Nicolás Posse y entronizar a un político profesional en su lugar (Francos). Los problemas, heredados y sobre todo propios, está claro que no han desaparecido.
Quien se dice que, con los anunciados cambios en el Gabinete, será viceministro de Caputo, José Luis Daza, un chileno que circunstancialmente nació aquí cuando su padre era diplomático en la Argentina. Fue quien llevó de nuevo a Caputo a la casa de Valdés en Washington D.C. para tratar de hacer las paces. Aquella gestión de Daza, ex asesor del candidato de la derecha chilena, José Antonio Kast, parece haber disminuido las fricciones personales con Caputo, pero no la animadversión con la Argentina.
Sea como fuere, circunscribir el problema al humor de un funcionario del FMI, y menos sugerir que forma parte de la constelación “zurda”, como lo hizo Milei, parece querer ignorar lo que el resto del staff opina sobre las necesidades financieras argentinas.
Quienes colaboraron en la aprobación de la Ley, los gobernadores, por ejemplo, ahora quieren retribución. Y los legisladores, también.
La media sanción sobre jubilaciones sigue pendiendo como una filosa espada porque en el Congreso aseguran que no solo tienen número para convertirla en ley, sino también para rechazar el previsible veto presidencial. El diálogo futuro, entonces, estará condicionado a que se cumplan las plegarias atendidas por Francos y Caputo, el joven.
En el macrismo se espera que se reabra el diálogo con Milei sobre el mutuo futuro político. Macri se prepara para dejar afuera a Patricia Bullrich, quien ya está plenamente en el bando libertario, siguiendo su natural predisposición a la mutación política, que la llevó de la izquierda dura a la derecha dura, con estaciones intermedias bien conocidas. La ministra, sin embargo, sigue reclamando su pertenencia al PRO, del que fue candidata presidencial con el apoyo de Macri. Esos fueron tiempos pasados: ahora la ministra se sacó de encima a un funcionario cercano a Ritondo, su enemigo bonaerense, acusándolo de corrupción. Curioso: Scioli, también fugaz candidato presidencial de Fernández, fichó para la escudería libertaria. Tiempos de lealtades líquidas, diría Zygmunt Bauman, un sociólogo que la vio.
Y el peronismo, a pesar de sus variados tumultos internos inocultables, intentará dar mañana en San Vicente, en el 50° aniversario de la muerte de Perón, una foto de unidad, con Kicillof, Máximo Kirchner e intendentes renovadores, pero sin Cristina ni Sergio Massa. El gobernador y el jefe de La Cámpora pactaron una tregua, luego de una reunión de Kicillof con Cristina para apaciguar ánimos encrespados.
La ex presidenta puede tener o, mejor dicho, sufrir novedades judiciales nada gratas en agosto, al término de la feria, en la causa Vialidad en la que ya tiene condena a seis años de cárcel.