A qué se considera obesidad metabólicamente sana y qué rol juega la distribución de la grasa, según una revisión de estudios.
La presión arterial dentro de sus límites, la glucemia, el colesterol y los triglicéridos también en valores considerados normales (o al menos la mayoría de ellos). El problema surge al evaluar el índice de masa corporal (IMC) que muestra que esa persona a la que los análisis y chequeos le dan bien, está excedida de peso.
¿Existe la obesidad metabólicamente sana (OMS)? ¿Es sostenible en el tiempo? ¿Tiene riesgo cero? ¿Debe tratarse? ¿Cómo? ¿Qué papel juega el lugar en el que se acumula la grasa? Una revisión de estudios publicada este mes en la revista Nature Reviews Endocrinology intenta responder esas preguntas en base a la evidencia científica disponible.
Qué es la obesidad metabólicamente sana
“El concepto de salud metabólica, en particular en la obesidad, ha atraído mucha atención en la comunidad científica y se utiliza cada vez más para determinar el riesgo de enfermedades cardiovasculares y complicaciones relacionadas con la diabetes mellitus”, introducen los autores del trabajo, Matthias B. Schulze y Norberto Stefan, del Centro Alemán de Investigación de la Diabetes.
Ese combo metabólico pone en riesgo al corazón, al cerebro y aumenta las chances de desarrollar varios tipos de cáncer, entre otras enfermedades no transmisibles.
Pero dentro de la población con obesidad (IMC mayor a 30), se estima que entre un 15% y un 20% tiene la mayoría de los demás parámetros dentro de lo normal. Es decir, se encuadrarían dentro de lo que se considera obesidad metabólicamente sana.
El IMC se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla (altura) en metros (kg/m2). Por ejemplo una persona que pesa 60 kg y mide 1,60 m de estatura tiene un IMC de 23.4 (60/1.60 = 60/2.56= 23.4). Si el resultado de ese cálculo da por encima de 30, se considera obesidad.
En la revisión se da cuenta de otros subgrupos específicos analizados en diversos estudios: personas con peso normal metabólicamente sano, con obesidad metabólica no saludable y peso normal metabólicamente no saludable. Estos grupos muestran diferencias significativas en su riesgo de enfermedad cardiovascular y muerte.
Según los autores, el riesgo cardiovascular total en individuos con OMS, en comparación con el de personas con un peso normal metabólicamente sano, es “moderadamente elevado”, si se toma en cuenta definiciones ampliamente utilizadas de la obesidad metabólicamente sana (existen más de 30, en base a diferentes criterios clínicos).
¿Qué dicen esos estudios? Que el riesgo de enfermedad cardiovascular es aproximadamente un 50% mayor en las personas con OMS en comparación con el de las personas con peso normal saludable.
Pero, curiosamente, el riesgo es significativamente mayor para las que tienen peso normal pero con un perfil metabólico alterado: puede incluso duplicar el de los individuos con peso normal saludable.
En esos hallazgos reside, según los autores del artículo, el quid de la cuestión: la importancia de la distribución de la grasa.
“Nuevos datos genéticos respaldan firmemente la hipótesis de que la distribución del tejido adiposo corporal, incluida la capacidad de expandir la masa de tejido adiposo en el compartimento de tejido adiposo glúteo-femoral, es un determinante importante de la obesidad metabólicamente saludable”, concluyeron.
Es que al analizar datos de la III Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de EE. UU. y del estudio del Biobanco del Reino Unido, se descubrió que el riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular no era mayor en las personas con OMS, en contraste con un riesgo muy elevado en las personas con obesidad metabólica no saludable.
“Estos datos respaldan que la distribución de la grasa corporal debe tenerse en cuenta a la hora de definir la salud metabólica“, ya que influye en el riesgo de enfermedad cardiovascular, afirmó Schulze, director del Departamento de Epidemiología Molecular del Instituto Alemán de Nutrición Humana Potsdam-Rehbrücke, en un comunicado de prensa.
Distribución y comportamiento de la grasa
“El IMC no refleja adecuadamente las anomalías metabólicas asociadas a la acumulación de grasa abdominal interna y grasa en el hígado tanto en personas obesas como en personas con peso normal”, dijo al respecto Stefan, catedrático de Diabetología Clínica Experimental en el Hospital Universitario de Tübingen.
Los análisis genéticos citados por los autores muestran que la capacidad reducida del cuerpo para almacenar grasa en las nalgas y los muslos es un determinante muy fuerte e independiente de un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. Es decir que no es lo mismo acumular grasa en la zona abdominal (alrededor de los órganos, lo que representa un riesgo mayor), que en las caderas o muslos.
En la misma línea, el profesor Matthias Blüher, de la Universidad de Leipzig y del Centro Helmholtz de Munich, también de Alemania, explicaba durante la Reunión Anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes, en octubre pasado, que la forma en la que esa grasa se almacena en el cuerpo es clave.
“Cuando las personas obesas tienen grasa almacenada visceralmente, o internamente alrededor de sus órganos (como en el hígado), los datos muestran que tienen muchas más probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2 que aquellas que almacenan grasa de manera más uniforme en todo el cuerpo”, afirmaba Blüher.
Y decía que el comportamiento del tejido adiposo en las personas obesas, y no el IMC es lo que determinará si su obesidad es “saludable” o no.
Las personas con adipocitos (células que almacenan grasa) de tamaño normal, es menos probable que presenten complicaciones de la obesidad, mientras que quienes presentan adipocitos agrandados y tejido adiposo inflamado tienen más chances de que esas células presenten características como la resistencia a la insulina, que conducen a complicaciones metabólicas, explicaba.
En las personas con disfunción del tejido adiposo, esto puede provocar daños en el tejido, fibrosis y secreción de moléculas proinflamatorias y adipogénicas que posteriormente contribuyen al daño de los órganos.
¿Un concepto engañoso?
Los autores de la revisión reconocen que para muchas personas con OMS, el estado metabólico saludable es solo de “naturaleza temporal”.
Para Blüher el hecho de que las personas con OMS tengan un riesgo un 50% mayor de sufrir una enfermedad coronaria en comparación con las que tienen peso normal sin comorbilidades demuestra que quienes viven con obesidad pueden no tener complicaciones cardiometabólicas en un momento determinado, pero “siguen teniendo un riesgo residual mayor, aunque se encuadren dentro de lo que llamaríamos obesidad metabólicamente sana”.
“Incluso en ausencia de otros factores de riesgo cardiometabólicos, el aumento de la masa grasa y la disfunción del tejido adiposo contribuyen a un mayor riesgo de diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. Por lo tanto, el control del peso y las recomendaciones para la pérdida de peso siguen siendo importantes para las personas que viven con OMS”, decía Blüher, quien considera “engañoso” al concepto que, en el pasado, con frecuencia conducía a darle una baja prioridad al tratamiento de la obesidad.
Consultada por Clarín, la médica especialista en nutrición Mónica Katz opinó en el mismo sentido.
“La obesidad metabólicamente sana es un concepto que no es nuevo y hoy es cuestionado, porque sería un fenotipo transitorio“, afirmó Katz, fundadora del Equipo de Trastornos alimentarios del Hospital Durand y directora de la diplomatura de Obesidad de la Universidad de Favaloro.
La médica enumeró las tres formas en las que el cuerpo engorda. “Una es armando nuevas células, diferenciando nuevas células adiposas, y en cada una ponés un poco de grasa (hiperplasia). La segunda es agrandando las que tenés: se llama hipertrofia e implica poner más grasa en cada una, lo que hace que aumenten su diámetro”.
“La tercera -continuó- es depositar grasa ectópica, es decir grasa en tejidos que no son el órgano adiposo: en el hígado (y deriva en hígado graso), en el cerebro (astrogliosis con deterioro cognitivo), en el corazón (insuficiencia cardíaca y enfermedad cardiovascular,) en el riñón, (enfermedad renal crónica o insuficiencia renal), en el músculo (insulinorresistencia), en el páncreas (diabetes).”
Para la médica especialista en nutrición, ya sea que la obesidad se produzca al diferenciar nuevas células, “agrandando” las que ya están o por la acumulación de grasa en órganos, “es difícil que haya obesidad metabólicamente sana”.
¿Puede darse en algunos casos? “Solamente es gente que puede formar muchas células grasas, porque son jóvenes y entonces tienen un buffer (un espacio de almacenamiento temporal) para que no haya ni hipertrofia o grasa ectópica. Con lo cual hoy este concepto es cuestionado. La obesidad metabólicamente sana prácticamente no existe, salvo que seas muy joven”, consideró.
Intervenciones preventivas en el estilo de vida
Incluso en personas obesas que en un determinado momento de sus vida se encuentran metabólicamente sanas, el exceso de peso eleva el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y parece aumentar el riesgo de insuficiencia cardíaca, consignaron los autores del artículo publicado en Nature Reviews Endocrinology.
Esa evidencia, sostienen, enfatiza la importancia de realizar intervenciones preventivas en el estilo de vida siempre que haya obesidad, ya sea OMS o sistémica no saludable.
Schulze y Stefan promueven el uso del concepto de “salud metabólica”, que según ellos ayuda a comunicar a los pacientes su riesgo cardiometabólico.
La reducción de peso favorece la salud metabólica en las personas con obesidad. ¿Cómo se logra? Con dos pilares fundamentales: alimentación saludable y más ejercicio físico.
“Mediante el concepto de salud metabólica -dicen los investigadores-, los pacientes con obesidad pueden autoevaluar fácilmente si su grado de pérdida de peso ha sido suficiente para alcanzarla o mantenerla.”
Y señalan que las personas con obesidad y comorbilidades (hipertensión, diabetes, dislipidemia) “pueden necesitar una mayor pérdida de peso para alcanzar un estado de bajo riesgo similar al de las personas con OMS, lo que requiere una mayor intensidad y, por lo tanto, más recursos para el control del peso”. De hecho, admiten que si los cambios en el estilo de vida no se logran o no conducen a cumplir ese objetivo, pueden ser necesarias estrategias como cirugía bariátrica o medicación.