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Padres y madres impotentes frente a hijos todopoderosos: cuál es la solución

Celulares, apuestas, salidas, alcohol: ¿hacemos algo o seguimos mirando?

Llevo 38 años como psicólogo y 30 como padre. Estamos dejando solos a nuestros jóvenes y me preocupa mucho. ¿Qué hacemos que no lo hacemos? ¿Qué hacemos que no los cuidamos? ¿Qué hacemos que no ponemos límites?

“Nosotros no podemos hacer mucho si las familias no ponen límites“, dicen en los colegios.

“¿Y que podemos hacer si en las escuelas no salen al recreo para quedarse conectados?”, dicen los padres

Padres y madres resignados, impotentes, docentes de brazos caídos y en el medio la salud mental de nuestros jóvenes.

¿Hacemos algo o seguimos mirando?

No es juego, es apuesta

En los últimos años se sumó un nuevo problema a los que ya existían.

El dinero del almuerzo que los padres ponían en las billeteras virtuales de los hijos no está yendo al kiosco del colegio. Va directo, en muchos casos, a sitios de apuestas online.

Hablé en otra nota en extenso de esto, aquí solo quiero decir que el pasaje a la ludopatía, es decir, el camino hacia la enfermedad es una línea muy delgada que se cruza casi sin darnos cuenta.

El “yo lo manejo” es un pasaporte muy peligroso rumbo a distintas adicciones.

Impotencia de los padres, omnipotencia de los hijos

“Veo, veo, y no me gusta, padres que desconcertados (con lo que desconcierto significa en tanto desarmonía y falta de amalgama entre las partes) observan a sus hijos que los desafían intentando provocar una reacción que no llega. Hijos tiranos, padres rehenes, veo un mundo patas para arriba”, escribía en el libro “Es no porque yo lo digo, padres rehenes de hijos tiranos”.

Las apuestas online, un nuevo flagelo. Foto Shutterstock.Las apuestas online, un nuevo flagelo. Foto Shutterstock.

Si nos paramos frente a la realidad de hoy, vemos en nuestros jóvenes:

  • Consumo de alcohol y diferentes sustancias a edades de inicio cada vez más tempranas.
  • Hiperconectividad
  • Ausencia de límites
  • Una sexualidad muy temprana al ritmo de las hormonas y no desde las emociones.

Los adultos desconcertados miran sin saber qué hacer. Hemos perdido el sentido común. Hemos perdido la capacidad de cuidarlos. Les hemos dado un poder que les queda grande, muy grande.

Quiero decir, una vez más: el trabajo de los padres es poner límites.

Y recuerdo que los límites son amor y cuidado, no es castigo ni penitencia.

El trabajo de los hijos es intentar romper esos límites.

Si cada uno hace su trabajo las cosas debieran de funcionar bien. Pero no sucede.

¿Entonces, que hacemos? ¿Cuál es la solución? Una palabra: Redes. Armemos redes de familias. ¿Difícil? Muy. ¿Imposible? Claro que no. Urgente y necesario.

Sé que es más fácil seguir la corriente, rezar para que nada trágico suceda en el camino y esperar que el tiempo pase. Pero no lo aconsejo. Es peligroso.

Cómo construir una red de familias

El primer paso para armar una red de familias es tomar la decisión y plantearlo. Con ese objetivo, el chat de mamis y papis puede resultar un espacio muy productivo.

“Quiero contarles que tengo ganas de formar una red de padres y madres para acompañar a los chicos. Organizarnos para cuidarlos, saliendo de la trampa del todos van, todos toman. ¿Se prenden?”

Cada uno le pondrá su texto, pero ese es el primer paso. Plantearlo. Hacer una una primera reunión. Definir acciones concretas para cuidarlos.

Y quiero decir aquí que en estos años me han convocado para armar muchas redes de familias. Y cuando digo muchas, son muchas en serio.

Establecer límites claros, no penintencias ni castigos. Foto Shutterstock.Establecer límites claros, no penintencias ni castigos. Foto Shutterstock.

La mayoría no se sostuvieron en el tiempo. Hoy se que hay unas cuatro que funcionan.

¿Cómo es la manera de sostener? Con mucha paciencia, resistiendo el embate de los hijos, padres de amigos y compañeros y de la propia familia.

Una amiga me contaba que su hijo junto a tres niños más de 9 años son los únicos que no tienen celular en su clase.

Que es agotador sostenerlo, pero que su marido, ella y los otros padres están convencidos.

Lo más importante: ¿va a tener algún trauma ese niño por no tener teléfono móvil? No, lo aseguro.

En cambio, sí podría tenerlo si en su vida adulta las capacidades de afrontamiento de los desafíos cotidianos se ven afectados por el uso prolongado y sostenido de pantallas.

Las y los invito a plantear el armado de redes de familias, a sostenerlas con paciencia, con la convicción de que no vamos a negociar la salud de nuestros hijos y con la certeza de que el primer paso es el camino hacia la cima.

Y la cima es lograr que las cosas vuelvan a su lugar, que nuestros hijos puedan vivir una adolescencia sin riesgos y con la plenitud de caminar hacia una vida adulta saludable.

Ser padres, madres conscientes y prudentes en estos tiempos no es sencillo, pero es urgente.

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