Postergada (o eliminada) la idea de privatizarlos, se renueva la pregunta. El plan para la TV pública no da para ilusionarse.
La convicción era privatizar. No era sólo un plan. Era mucho más: una bandera.
Fue casi lo primero que dijo Milei horas después de ganar las elecciones. No por razones económicas, que también (en 2023 sólo la TV Pública tuvo pérdidas por 23.000 millones de pesos), sino por el abuso propagandístico durante el kirchnerismo: “Nosotros consideramos que la Televisión Pública se ha convertido en un mecanismo de propaganda…”, dijo el flamante presidente. Y siguió: “No adhiero a esas prácticas de tener un Ministerio de Propaganda encubierto: tiene que ser privatizado. Lo mismo con Radio Nacional. Todo lo que pueda estar en manos del sector privado, va a estar en manos del sector privado”.
La definición no era relevante sólo por la influencia económica de esas futuras privatizaciones, sino por su valor simbólico y porque expresaba con claridad un rumbo.
Por lo que se ve, y hablando estrictamente de la TV Pública, parece que plan B no había. O no estaba muy claro.
El Gobierno nombró como interventor a Eduardo González y esta semana empezaron a trascender las primeras novedades. Se sabe que habrá un cambio de nombre. Dejará de llamarse TV Pública y pasaría a ser Argentina TV o TV Argentina. Hay una intención, pero tampoco es la gran cosa.
El objetivo de equilibrar el presupuesto y eliminar el déficit sigue en pie. A partir de ahora, los programas deberán autofinanciarse con publicidad privada. Eso está bien, pero es la mitad de la película. Un plan de negocios.
O ni siquiera, sólo un plan de ahorros.
Falta la otra mitad. ¿Qué va a producir esa fábrica (en este caso de contenidos)?
La primera gran idea para la nueva TV Argentina (o como se llame) sería un “magazine de entretenimiento y noticias” producido por el Chato Prada (ex Tinelli) y conducido por Denise Dumas. Luego, un noticiero (habrían tentado a Guillermo Andino) y otros ciclos con figuras como Juanita Viale y Pepito Cibrian.
Con la industria de la televisión en crisis grave, expresada en la pérdida de audiencia de los formatos tradicionales, y con las plataformas de streaming consolidadas y creciendo, lo primero que se conoce de la nueva TV Argentina ya es viejo.
Si los habitantes de Tierra del Fuego necesitan de los medios públicos, lo que seguro no necesitan es otro “magazine”. De eso ya tienen. Incluso es posible pensar que, como muestran los ratings, estén saturados de los magazines “de aburrimiento”.
Así, la “nueva TV” no cumpliría ninguna función “territorial” o superadora de lo estrictamente comercial. La pregunta, entonces, de qué hacemos con los medios públicos sigue sin encontrar su respuesta.